sábado, 29 de mayo de 2021

B.-La faja de mi señora (O4).

Con la llegada del verano, pero sobre todo, con el ritmo creciente de vacunación, mi señora, que sigue estando en edad de merecer, ha empezado hacer régimen para llegar a la época estival con un tipito digno de cualquier modelo de las divas de la prensa rosa.
Por no sé qué información maligna de Internet, conoció la existencia de una nueva faja, cuya aplicación continuada, eliminaba, con éxito, gran parte del tejido adiposo de la cintura, y sobre ella se lanzó.
Vio la propaganda y el dosier grafico de la misma (según el cual, como se ve en la foto, no solo se reduce la cintura sino que se aumentan los pechos) se lanzó a la compra de tal preciado y útil complemento.

Reductor abdominal…y más.
Ni ella ni yo, más que nada por la edad, somos especialistas en compras “on line” y ahí empezaron los problemas. Con un interés digno de una quinceañera, acaparo el ordenador familiar e inicio la compre de aquel artilugio milagroso. De entrada, por aquello de los “cookies” empezó a llegar información y su correo se saturo de ofertas, cada una mejor y diferente. Una vez seleccionada la idónea, se pasó al proceso de compra, método jamás utilizado. Se inició un camino de petición de datos, de contraseñas, de tallas, de colores, modelos, precios, durabilidad, sendero que siguió a rajatabla, paro, no en una, sino en casi todas empresas y marcas que se lo solicitaban.
Una vez decidida por el modelo perfecto paso a la compra del mismo. Otra vez datos, más datos, contraseñas, reseñas bancarias, horarios de recepción, otro desmadre. Al final lo hizo.
Dos días, de nueve a una de la mañana, previo aviso telefónico, todo en orden.
Llego antes la notificación de sanidad indicando lugar y hora para la vacunación del Covid-19, que el arribo de la faja.
Si no recuerdo mal pasaron nueve días en los que no llego nada y en los que me estuvo prohibido salir de casa, no sea que apareciese el repartidor y no hallase en el hogar recepcionista apropiado.
Un sábado, diez días después de la petición, salimos hacer la compra quincenal a uno de los centros comerciales de la zona y, oh justicia divina, la perseguida faja, aquella con la que conseguía una figura de ensueño, estaba allí a la venta y por la mitad del precio de las vistas en Internet.
La compramos y el lunes estaba en casa.
Eso no fue lo malo. Como la tecnología ni piensa ni razona, durante la siguiente semana todos los pedidos realizados con anterioridad, fueron llegando y, curiosamente entregados por la misma repartidora (ahora ya amiga nuestra), paquetes que fueron devueltos sin problemas.

Reductor abdominal…y más
Desde hace quince días mi señora lleva su faja anaranjada, se la ajusta por la mañana y hasta la noche. si no fuese por la vacunación, muy dolorosa, y por una ortodoncia bucal para ajustarle una placa de descarga, seria una mujer feliz. Solo piensa en el veintiocho de junio, que recibirá la segunda dosis de Moderna, para ir a la playa a lucir su grácil figura conseguida con esa maravillosa faja deportiva reductora con efecto sauna.
Yo, mientras tanto sufriendo y rezando por que sea eficaz, Aunque, la verdad, me da lo mismo. Mientras sea feliz, todo en orden.

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