miércoles, 30 de diciembre de 2020

El más inútil a la Generalitat

Ha tenido que terminar el año para que la noticia, por todos conocida, saltara a los medios. El incompetente, mentiroso y enemigo mortal de la autonomía madrileña, ha sido, por fin recompensado con la nominación del PSOE a la Presidencia de la Generalitat Catalana.

Ha pasado un año, un mal año para los españoles y el mismo periodo de tiempo para que el Sr. Illa demostrara que de sanidad no sabe nada, que de gerencial equipos, tampoco, pero lo de atacar a la Comunidad de Madrid, lo de poner trabas, actuar de modo no igualitario, lo de mentir y mentir, todo eso lo hace de cine.
En buena hora hace la maleta y regresa a su Barcelona del alma para, el 14 de Febrero, ganar las elecciones, ser el President de todos los catalanes y sacarlos del hoyo profundo donde el separatismo los ha enterrado.

Animo amigo, aplique su saber y buen hacer a enfangar más el nuevo campo de juego en el que se ha metido (confió que no sea seguidor del Barsa pues con su apoyo lo veo en segunda el año próximo).
Su mentor y buen amigo Iceta estará contento, le quita el enorme problema de tener que gobernar en un tripartito maligno con republicanos e independentistas, usted, compañero, gobernara en solitario, usted se enfundara en la enseña catalana y hará morder el polvo a los odiados madrileños.
Recuerde, cuando mande, que la economía, por no sé por qué extraña razón, se ha volcado hacia el centro, que la banca, la industria y la tecnología, han huido de su tierra y que, por último, la Unión Europea ve con muy malos ojos el afán independentista de muchos de sus amigos.
By, by Sr. Illa, que los astros le sean propicios y que lo que su buen compañero Sánchez le ha regalado en bandeja de plata, no le explote entre las manos como la sanidad nacional y no le obligue a soñar con esos más de 70.000 españoles que no podrán ver y aplaudir sus futuros triunfos.

sábado, 19 de diciembre de 2020

B. A pecho descubierto (O.1)

Cuando parecía que con la acertad labor de la ministra de Igualdad, con sus alegatos en el Congreso y con los despilfarros económicos de sus ministerio en pro y en aras de conocer el sexo de los ángeles, resulta que veo en la prensa la foto adjunta sobre el comportamiento social de la población.
Una jovencita sale a la calle sin camisa y con el pecho al aire y cuantos la rodean, mayoritariamente mujeres se paran y asombran de lo que ven. Si, como sucede después es un joven quien aparece con idéntica vestimenta, o sea sin camisa, nadie se altera siendo un acto natural. Esto, que el ensayo sociológico saca a la luz, pero que nuestra política gritona y las redes sociales ignoran, es lo que pasa.
Primero se metieron con las estadounidenses cuando iniciaron su campaña del “Pezón Libre”, luego contra las adelantadas del top less, más tarde contra los naturistas, siempre atacando a quien tuviese la osadía de enseñar un poco de carne. Siempre yendo contra lo que al pueblo le parecía natural.
La justicia americana desecho la ofensiva contra Pezón Libre y la lógica popular su guerra contra el nudismo playero.


Las redes sociales, la prensa escrita y la autocensura sigue, hoy en día cubriendo a la mujer con manchones negros y permiten, eso si que los caballeros luzcan pectorales para gusto visual y disfrute del sexo contrario.

sábado, 12 de diciembre de 2020

Solo las paredes (Mr.28)

Un día sin escritura es un día malogrado.
Carmen Martín Gaite
A dónde irán los recuerdos que vivimos juntos.
Ángela Becerra
Llegamos a Luanco en el verano del cincuenta y ocho. Exactamente por San Juan. La casa era preciosa. Al menos así la recuerdo. No en el centro del pueblo sino al lado de la iglesia. Después de la del cura, los Pola, junto a la de los Botas y los Darnis. Tres plantas, todas con ventanas a la calle y pasillos acristalados con vistas al mar por detrás. Allí, un patio al aire libre con grueso muro de contención marina y salida a las rocas costeras.
En la primera un gran recibidor, el enorme comedor, los servicios y la cocina. En la siguiente, habitaciones para todos, amplia zona de juegos y el mirador, justo en el mi abuelo me enseñó a jugar al mus. El, ganaba siempre, tal vez porque me hacía trampas.
Como lo recuerdo la radio sobre el aparador, siempre prendida. En ella escuche la muerte de Marilyn, las Olimpiadas de Roma, el gol de Santillana que dio a España su primera Eurocopa.
En la última, el servicio. Mi madre tenía muchísimo. Cocinera, jefa de servicio, domesticas, cuidadora de niños, planchadoras y alguna más que no recuerdo.
En el patio habitaciones para trastos y bultos diversos. Una era para mí. En ella tenía mis cañas, los fusiles de pesca submarina, los reteles, las nasas. Yo lo que de verdad hacía en Luanco era pescar. Pescaba todo el día.
Me levantaba, si la marea estaba alta lanzaba las cañas por ver que caía. Si estaba baja iba al pedrero por quisquillas y nécoras (mi madre me pagaba una peseta por las capturas). Luego pesca submarina. Por la tarde, con caña al Gallo o los farallones. De noche al puerto. Para el tiempo que gastaba, sacaba poco pero siempre algo.
Años después dejamos la casa, luego el pueblo y al final Asturias. Ley de vida.
Volví cincuenta años después. Iba a nadar la travesía del Carmen. Termine el último, era el mayor. Todo había cambiado: las calles, los comercios, sobre todo las casas. Aquel caserón idílico, donde antaño viví, era un dúplex, eso sí, bastante entonado con el ambiente pero nada parecido al antiguo.
Recordé una frase nostálgica, sacada de algún libro policiaco, sin duda de Philip Marlone, el detective privado que bajo la piel de duro y bebedor, albergaba un ser filosófico y contemplativo, amante del ajedrez y la poesía, pero no tengo la certeza “Uno nunca debería volver aquellos lugares en los que, alguna vez, fue feliz”. Me prometí no regresar.
No lo cumplí. Un buen día Rosa me sorprendió con una noticia de La Nueva España.

Mira, aquella casa en la que veraneabas en Luanco, se quemó. Podías llevarme un día, hace un siglo que no me sacas y al paso que llevamos, pasará otro.
La lleve, solo para ver ruinas, escombros. Las piquetas y buldóceres se llevaron los escombros y solo queda un solar vacío y negruzco.
Lo mire con nostalgia
Esto es una ruina—dijo Rosa—Si al menos se hubiesen mantenido las paredes—

sábado, 5 de diciembre de 2020

Una carta (Mr.27)

El talento, en buena medida, es una cuestión de insistencia.
Francisco Umbral
«Es mejor haber amado y perdido que jamás haber amado»
Lord Alfred Tennyson
Tuve un amor, mi gran amor, no el único pero si el que más me marco. Me engaño desde el primer día, mejor dicho, me engaño todo el tiempo que estuvimos juntos. Alguna representación lo muestra como ciego. Así era yo y lo admitía.
Los tres primeros años fueron un carrusel de sexo, comprensión, casi amor. Luego nos separamos y pese al refrán de su país de “Amor de lejos, amor de pendejos” seguimos, por casi el doble de tiempo, manteniéndolo, puede que acrecentándolo. Fueron años de viajes, muchos, llamadas telefónicas, y cartas, infinitas cartas.
Una cada día, algunos dos. Tengo aun, no se él porque varios archivadores con todas ellas. Por escrito seguíamos nuestra vida, los problemas, los esfuerzos por volver a reencontrarnos de forma continua.

Al final lo conseguimos. Un conjunto de casualidades laborales, políticas, económicas y sobre todo personales hizo que me prejubilaran mucho antes de lo previsto.
Volvimos juntos y, desde mi enfoque personal, como antes. Pero no. La seguridad algo rompió. Un buen día me dijo vete y por amor me marche. Pensé que era un arrebato, un enfado momentáneo. Fue definitivo.
Ella en un continente, yo en otro. La fluidez de la comunicación escrita se quebró. La intimidad el cariño, desaparecieron. Ni después de pasar tantos años conozco el verdadero motivo. Se pasó de “Mia amor”, mi nombre, o un simple “Amigo” de entrada, a nada. De un beso, un abrazo, un saludo o el mismo nada de despedida Fue de una continuidad a un goteo a algo esporádico y condicionado por una fecha importante. Al final correos electrónicos cargados de enfado, malestar, venganza. Si ya antes no entendía a las mujeres tras ella mi ignorancia se hizo absoluta.
Hoy recibí una carta. Era raro, muy raro Aun antes de rasgar el sobre tenía la total certeza de contenido de la misma. Saque el contenido y lo único que incluía era una hoja en blanco, sin nada. Un adiós como final.
Fue un extraño regalo. Seguro no conocía aquel bolero que decía “Escríbeme, aunque solo sea con borrones, escríbeme”. Al menos estaba viva, seguía sola y rezumaba odio.