lunes, 14 de septiembre de 2020

Primera comunión

Debió haber sido en mayo, como antes se hacían las primeras comuniones, pero el coronavirus lo impidió. Después paso a Julio, luego Agosto, al final en Septiembre, y sin coincidir con la virgen de Covadonga para evitar tumultos y aglomeraciones.
Con tanto tiempo dio lugar para todo. Primero los niños crecieron, algo normal en ellos, y los trajes, hechos para la primavera hubo que ampliarlos o alargarlos, todo supuso un gasto. Luego los párrocos llevaron a cabo una normativa de lo más eficaz. Solo dos familias por celebración una en los bancos de la derecha y la otra en los de la izquierda. Limpieza profunda y desinfección tanto al inicio como al final de la ceremonia, drástico recorte de asistentes y obligatoriedad en el uso de las mascarillas y la higiene (había más botellas de geles hidroalcohólicos que agua bendita)

A mis sobrinos les toco con una niña, en horario de doce a una en la iglesia de San Mames de Agüero. Oficio el párroco Don. José Manuel y durante toda la ceremonia el protocolo se llevó a rajatabla. Había menos gente que en un botellón y como el tiempo no animaba a nada casi no hubo aglomeraciones, besos, abrazos y arrumacos.
La celebración, en Tiñana, en el Llagar de Quelo, tres cuartos de lo mismo. Solo la familia y tres amigas de los comulgantes.
Desconozco la verdadera razón pero la realidad es que el nivel de contagios por el Cobid-19 es en Asturias el más bajo de España.

La enorme Sidrería estaba dividida en tres estancias, muy separadas entre ellas, cada una con un grupo máximo de veinte personas (nosotros solo quince). Vino y sidra en los aperitivos y lo mismo en la comida, un magnifico cordero a la estaca.
Algún humorista local achaca a la sidra y sus míticas propiedades el bajo índice de propagación de la pandemia otros matizan que, si a continuación, tal como sucedió aquí, se macera con unas cuantas ginebras con tónica o un variado de orujos de la zona, el poder del virus cae muy por los suelos.
Hasta el anochecer lo pasamos bebiendo y bailando, ninguno, por suerte, rodo por los suelos ni monto algún espectáculo bochornoso. Yo y la mama de los niños, nos emborrachamos como cubas. Algún alma caritativa nos llevó en coche a casa y, como era sábado, tuvimos un domingo por delante para dormir la mona y eliminar los cadáveres de los virus destruidos por la ginebra.
Aún queda una semana de festejos, las fiestas de San Mateo, antes que los niños regresen y todos, como yo, suspiran porque el cuerpo docente asturiano, sea tan cuidadoso como lo fue el Párroco de Agüero o los servicios de restauración de Llagar de Quelo y pese a no haber recibido ninguna indicación clara de la Ministra de Educación, no surjan brotes que puedan echar por la borda todo lo bueno que Asturias ha hecho para la contención de la pandemia.

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