miércoles, 14 de octubre de 2020

Lo que diga el gran doctor.

Alguien dijo en cierta ocasión “Las personas inteligentes son aquellas capaces de decir muchas cosas con muy pocas palabras”. No es el caso de nuestro Ministro de Sanidad, experto política pero incompetente en medicina, tiene la costumbre de salir constantemente en Tv. Para contarnos la evolución de la pandemia. Como, aparte de ser un genio en sanidad es otro en matemáticas, después de casi ocho meses aún no sabe ni cuántos muertos han habido, ni la evolución de los contagiados, ni como se transmiten los virus. Eso sí, pregona que se reproducen con el botellón, el ocio nocturno, las residencias de ancianos (jamás con las manifestaciones feministas). No son casi representativos en las comunidades de su cuerda (léase Navarra o Cataluña), pero son tremendamente dañinos en aquellas que no lo son (léase Madrid o Andalucía).
Nuestro “Gran doctor” aplica las estadísticas a su modo y manera los mismos números son horribles en una determinada zona, a la que hay que castigar con dureza, e irrisorios en otras, aunque las cifras sean idénticas. Debe ser como el cuento del osito pequeño. :”El Sr. Ministro no sabe contar”.
La aplicación de las normativas que propone también son tan elásticas como el cintillo de un braguero. El confinamiento en la capital es aplicable a todos a excepción de el y sus amigos de Consejo. Ellos, como Trump, están por encima del bien y del mal y doblegan al virus malicioso.

Ministro de Sanidad
Con estos antecedentes Illa no es quién para dar lecciones después de 58.800 muertes. También lo es que un mes después del regreso de unas plácidas vacaciones al Gobierno le entraran las prisas por confinar Madrid, más lo es aún la forma elegida
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha vuelto a quedar deslegitimado en esta pandemia, y ya van unas cuantas veces. La última ha sido a cuenta de su intento chapucero de confinar Madrid. Un intento que se enmarca en la campaña que el delegado del Gobierno, José Manuel Franco, el PSOE y el propio Pedro Sánchez intensificaron el pasado verano contra Isabel Díaz Ayuso para desterrar al PP de la Comunidad y hacerse con el poder total en la capital.
Resulta sorprendente que en agosto, cuando los rebrotes empezaban a sacudir numerosos barrios de esta ciudad y decenas de localidades de media España, el responsable de pandemias del Gobierno, Fernando Simón se fuera de vacaciones. También se ausentó unos días el ministro, aunque fue más cauto y no se dejó fotografiar con la tabla de surf en la mano, como el portavoz áulico de Sanidad. Si tan grave era la cosa, ¿por qué no se quedaron entonces en sus despachos, diseñando por ejemplo unos criterios comunes para todo el país, objetivables y consensuados con todos los territorios para aplicar en caso de que las infecciones se dispararan?
Si chocante es que un mes después del regreso de unas plácidas vacaciones al Gobierno le entraran las prisas por confinar Madrid, más lo es aún la forma elegida: una resolución que no alcanza ni siquiera el rango de un decreto y que encima no llevaba la firma del ministro, sino la de su número dos, Silvia Calzón. No es de extrañar que el Tribunal Superior de Justicia la haya tumbado. Tampoco parece Illa la persona indicada para dar lecciones de Salud Pública ya que España es la oveja negra europea de la pandemia.
 

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