domingo, 11 de octubre de 2020

Una orquídea (Mr.19)

El artista no es nada sin el don, pero el don no es nada sin trabajo.
Émile Zola.
No me fio de ningún político. Han reducido la política a una pelea continua para ganar, ellos, más dinero.
Andrea Calligari.
Escribir de al alguna de las seis orquídeas que penden de la librería de mi cuarto, la que da al sol, es muy fácil. El lector se asombrará, como muchos, de lo que me gusta cuidarlas, pero es verdad.
Tendría veinte años la primera vez que leí a Rex Stout, a su investigador Nero Wolf y al sabueso de este Archie Goodwin. Wolfe es un personaje de ficción creado en 1934. Vive en un lujoso apartamento ubicado en West 35th Street. Rara vez sale de él, su enorme masa corporal, distribuida en 140 kilos de ancho por 190 centímetros de alto, se lo impide. Pasa la mayor parte del día bien en un sillón de cuero rojo, en la cama, o bien cuidando orquídeas, su pasión más célebre («Todo en la vida obedece a un motivo, excepto el cultivo de orquídea», dice) junto con la cerveza (unos doce litros succiona a diario) y la gastronomía exótica, Wolfe es un excéntrico hipocondríaco, algo rácano, mordaz, y dotado de un narcisismo recalcitrante.
El ático es el lugar donde posee y cuida cientos de flores que, en cada caso que concluye, regala a la protagonista de la historia. Que prendado, no con Wolf, sino con su pasión y las orquídeas, para mi entonces flores extrañas y desconocidas.
Fue en 1983, al llegar a Ecuador, cuando las conocí, estudie y como Nero, me enamoré de ellas.

Orquídeas blancas
Las orquídeas son plantas herbáceas, perennes —raramente anuales—, terrestres o epífitas, ocasionalmente trepadoras. Con respecto a alguna de ellas, se dice que pueden llegar a ser eternas.
La palabra orquídea deriva del griego ὄρχις (órjis ‘testículo’) e ἰδέα (idéa ‘forma’). El vocablo hace referencia a la forma de los tubérculos de las especies del género Orchis, orquídeas de hábito terrestre cuyos tubérculos dobles parecen testículos.
En Costa Rica me especialice. Llegue a tener doscientas especies diferentes. Siempre había alguna en floración. Salía a los bosque y las buscaba en los árboles caídos, las había a cientos (según la universidad cada gran árbol tropical puede albergar de dos mil quinientas a cinco mil especies diferentes).
Al llegar a Oviedo creí que me olvidaría de ellas. Pero no. Hace quince años mi mujer me regalo una orquídea enana y la sigo teniendo. En aquella época discutía en las floristerías que no llegaban a entender el término epifita, que vive en el aire, no necesita, más bien las mata, tierra sino luz y aire.
En mi habitación de trabajo tengo seis, Una amarilla (Lluvia de oro), tres blancas y dos moradas. Todas colgadas de una librería, todas vivas, hoy hay dos florecidas. Me gusta verlas, me relaja. Las riego por inmersión una vez al mes, las abono, viven, me acompañan, me recuerdan media vida.
A diferencia de Wolf, no regalo orquídeas a las mujeres, ellas, me las regalan a mí. Es que soy un raro.

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