sábado, 31 de octubre de 2020

El acomodador (Mr.22)

El que ha comenzado, se encuentra ya a medio camino.
Horacio
El mejor amante no es siempre el más joven, sino el que tiene más imaginación
Yo
Carlos, uno de mis sobrinos, el mayor de mi hermana pequeña, fue el mejor alumno del Pilar, el número uno de la Comunidad de Madrid, alguien al que se le auguraba un futuro económico o político seguro.
No fue así. Puntero en ciencias, letras y dominador de varios idiomas dijo, un buen día, que solo se dedicaría al cine y a la música. Era lo que le gustaba.
Se le unió, a este cambio, una bulimia incomprensible. Se alejó de las formas de alimentación saludables, consumiendo comida en exceso en períodos de tiempo muy cortos, también llamados «atracones», seguido de un período de arrepentimiento, el cual pudo llevarle a eliminar el exceso de alimento a través de vómitos o laxantes. El temor a engordar afecto directamente a sus sentimientos y emociones influyendo de esta manera en su estado anímico que en poco tiempo desemboco en problemas depresivos.
A mí me lo contaron, pero, habiéndole visto por el barrio con una chica, de su clase, exuberante, no me lo creí.
Lo dejo, le internaron, termino el colegio y paso unos años viendo cine y asistiendo a conciertos.
De ambas cosas sabia un montón.

Un buen día lo encontré en un cine club. Menos cobrar hacía de
todo: acomodador, vendedor de chuches y tabaco, limpiador. Él abría el local y lo cerraba. Él, cuando estaba vacío, veía películas y películas. La sala de proyección era su segunda casa. Su cuarto favorito.
Allí vivía. Al principio soñaba lo que veía, más tarde lo dirigía. Fue protagonista, héroe, de las cintas de los años veinte. En ellas se enamoraba, le amaban y moría. En el celuloide nadie le hacía sombra.
Se matriculo en Periodismo, en la rama de Audiovisuales. Más o menos se centró. Lo suyo seguía siendo la música y el cine. Iba a todos los conciertos, veía todas las películas. Su fichero era inmenso.
Termino la carrera y, por algún designio divino, se especializó en montaje. Entro, En una de esas extrañas selecciones de las empresas privadas en Atresmedia. Primero de becario, luego de autónomo, al final de fijo. Creo, en el piso donde vivía, cerca de Sol, una empresa de montaje. De la televisión, y sin dejarla, paso al cine, del pisito a una nave industrial.
Me entere que se casó, perdón, no. Siempre dijo que nunca se casaría. Se enamoró de una mujer, tuvo un hijo y su mente siguió trabajando. Ya no monta ni aspira a ser Amenábar. Sigue estudiando cine y oyendo música.
Aquella futura lumbrera, el idealista del cine, amante te de la música, horrible montador es hoy, quién lo diría, millonario, millonario en euros.

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