sábado, 4 de julio de 2020

Bosque tropical húmedo (Mr.6)

No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho.
Sénaca
Cuando te levantas tienes dos opciones... regresar a dormir y soñar tus sueños o levantarte y alcanzarlos.
Antoine de Saint-Exupéry
Como pedía Violante, hacer un soneto, me piden escribir sobre tres palabras. A mí, a bote pronto, si las junto y añado lluvia, sudor y agua es como si se me pidiese escribir sobre el bosque tropical húmedo.
Para quienes no lo conozcan es impresionante. En cierta ocasión lleve a una prima mía, muy melindres por cierto, y se pasó todo el recorrido llorando, por la emoción me dijo. Sin duda tenía razón.
Monteverde es una pequeña población, cabecera del distrito del mismo nombre, el número 9 del cantón de Puntarenas, al noroeste de Costa Rica.
Se le conoce como el sitio con el mayor número de orquídeas en el mundo, con 34 de sus 500 especies recién descubiertas. Más de 60 especies de anfibios, entre ellos el endémico sapo dorado. El área es también es parada de 91 especies de aves migratorias. El famoso quetzal reside aquí en temporadas. La fauna de mamíferos de la región incluye marsupiales, ratones almizcleros, primates, conejos, cerdos de tierra, ardillas, ratas y ratones, puercoespines, cánidos, mustélidos, serpientes, felinos, cerdos salvajes, ciervos, y  tapires.
En este momento ronda los 700 habitantes, cuando fui la primera vez, apenas si llegaba a 100. Ahora el número de alojamientos ha crecido de forma exponencial, entonces solo había uno, el “Monteverde Lodge & Gardens”. Allí me aloje, mejor, nos alojamos.
Iba con una amiga y un matrimonio alemán, el representante de cierta firma telefónica, Gunter se llamaba.
El hostal era un núcleo circular central en el que, a modo de gajos, se distribuían las habitaciones y otros dos auxiliares rectangulares. El de la derecha para comedor y cocina. El de la izquierda para aseos y duchas.
Me levante temprano. A las seis ya había amanecido. Hacía un calor insoportable. Decían en la radio que se estaba a 28 grados con cerca de un 90% de humedad. Estaba sudado, pringoso, la camiseta pegada al cuerpo. Salí. El verde tropical dañaba la vista. Palmeras, helechos, anacardiáceas y miles de epifitas tapizaban cuanto la vista abarcaba. Todo monocolor.
Las duchas construidas en grandes cabañas de madera estaban parcialmente abiertas a la naturaleza, unas comunitarias, para cinco o seis personas y otras, las menos, individuales.
Entre en una de las colectivas, vacía. Una alcachofa enorme, circular dejaba salir un chorro de líquido abundante, compacto. Entre bajo el y el agua discurrió por mi cabeza, hombros, espalda. Me enjabone y disfrute del lugar, del paisaje.
No me di cuenta ni cuando se abrió la puerta ni cuando entraron.
         —Buenos días José Luis—
Me volví y las vi. Sonia y Hulda,  Las dos desnuditas, las dos enjabonadas bajo el agua.
Una, costarricense; oscura, como una india, delgada, pechos pequeños y pezones negros. La germana, grande, de piel blanca, pechos enormes terminados en dos manchas rosadas. La estampa era hermosa y me recree mirándola.
         —Nos vas a comer con los ojos—dijo una de ellas.
Me hubiese gustado. Con los ojos, la boca, las manos. Salí llevando en la retina sus dos cuerpos barnizados por el agua con el fondo verde del trópico.
         —Nos vemos desayunando—dije.
El bosque húmedo es cualquier cosa menos cómodo. De entrada siempre da la impresión de estar lloviendo. Hay que llevar chubasqueros que más que eliminar el agua te da calor y te reduce la movilidad. Luego uno debe llevar siempre gorra o sombrero. Por la cantidad de serpientes arbóreas existentes siempre cabe la posibilidad que alguna te caiga encima y se albergue entre tu piel y la camisa. Al menos cubriéndote la cabeza estas salen rechazadas. Lo peor el suelo. Un barrizal resbaladizo.
Todos nos caímos. Todos nos ensuciamos de ese barro rojizo y pegajoso que forma el primer manto de la selva.
Por lo demás las vistas una maravilla y el avistamiento de cualquier ave, mono o mamífero, inexistente.
Regresamos. En la ducha comunitaria se incluyó Gunter. Ahora, más relajados, la ducha nudista se hizo divertida con bromas incluidas, aproximaciones, tocamientos y risas. Cosas de la hermandad.
Con los años el bosque ha ganado en comodidad. Los senderos están tapizados de madera, hay barandillas y carteles indicando nombres y posibles avistamientos. El hotel sigue siendo el mismo pero aquella maravillosa ducha comunal, ha desaparecido. Hoy, cada bungaló posee su servicio sanitario completo. Como en todo el mundo el agreste bosque húmedo tropical se ha mejorado, adecuado para turistas gringos, cómodos, ricos y sibaritas.

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