No
sé él porque pero en estos momentos todos se quieren quitar de encima el muerto
del 8-M y la ya tan famosa Manifestación Feminista. Lo que al principio parecía
una falta de información, un no saber lo que estaba pasando, se está viendo que
era una tremenda mentira y que todo el mundo, del Gobierno, conocía la magnitud
y las consecuencias de una aglomeración urbana.
Ahora,
cuando la pandemia parece ya dominada, surge aquel día y aquel hecho.
Primero
fue la destitución del Coronel Jefe de la Guardia Civil, luego una sentencia en
contra en Zaragoza, después las contradicciones de los responsables de sanidad
explicando el tema, a continuación el posible encausamiento del Delegado del
Gobierno en Madrid, la intervención violenta de la Fiscalía General, del
Consejo de la Abogacía del Estado, la prensa.
De
entrada nadie sabía nada, lo de las mascarillas era una broma, la OMS no había
dicho el posible peligro, toda la información, y había mucha, era desconocida
por el gran público. Solo el Gobierno debía, o tendría la obligación, de
saberla.
Ahora
los muertos, tanto en el sentido real como en el figurado, empiezan a surgir
entre la bruma.
El
Ejecutivo, desde el Presidente, pasando
por los Vicepresidentes y ministros, son intocables. Los equipos médicos
responsables de su manejo, también, el cuerpo sanitario lo mismo de lo mismo.
Que decir tiene de los responsables civiles, solo hacen lo que les indican.
De
repente los cerebritos del Gobierno
dieron con la solución, destaparon a los irresponsables.
Primero
los asistentes por no llevar las medidas de precaución tan necesarias: ni
mascarillas ni guantes, ni geles, ni nada.
Segundo
y máximos inconscientes, los servicios de limpieza municipal. Unos
desaprensivos.
No
habían limpiado ni desinfectado las calles por donde iba a discurrir la
manifestación, Tampoco esterilizaron el ambiente de ese virus maligno, ni
recogido del suelo sus excrementos. Nunca repartieron mascarillas, guantes o
geles a los asistentes. Un desastre de organización y servicio.
Así,
con estos equipos de operarios, máximos conocedores del tema y de sus
consecuencias, como, a posteriori, no iba a propagarse la pandemia. Ellos eran
los máximos responsables, no el
Gobierno, que bastante tenía con asistir en completo y sin protecciones a la
manifestación.
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